jueves, 25 de junio de 2015

¿ESTÁS PENDIENTE DE DARTE PLACERES?


En mi opinión, la mayoría de las personas sólo nos proporcionamos placeres esporádicos, y no con la asiduidad y calidad que podríamos o deberíamos hacerlo.

Ya lo sé: generalizar es un error, y más aún cuando se desconoce el destinatario final de un escrito que no se sabe a dónde va a llegar ni quién va a ser la persona que lo lea.

Pero hablo con las personas, las escucho, leo historias personales, y de todo ello saco la idea de que la gente –generalizando…- no es muy dada a darse placeres de un modo habitual.

Algunas personas todavía arrastran un sentimiento improcedente y secreto de culpabilidad si disfrutan, como si eso fuera un pecado, como si estuvieran desobedeciendo una orden que algún desalmado les ha inculcado: “NOOOOOO DISFRUUUUUUUUUTESSSSS…”

Otras personas se toman demasiado en serio la vida, se cargan de un dramatismo innecesario, y asocian un estatus social o una edad a un tiempo de seriedad, viviendo en un personaje extemporáneo que le impide disfrutar con libertad, reírse a carcajadas, o gastar bromas.

Siempre he pensado que si el Creador nos ha dotado de una serie de sentidos o capacidades que nos permiten disfrutar, gozar, reír, emocionarnos, regocijarnos, deleitarnos, sentir… será, precisamente, para que lo hagamos.

Y, en cambio –generalizando…-, son más los momentos que vivimos en tensa inquietud, en una tristeza innecesaria, en una pre-ocupación perjudicial, en una seriedad casi dramática…

Opino que darse placeres de cualquier tipo, mientras no sean perjudiciales para uno mismo y no sean dañinos para los otros, es una de las tareas importantes de la vida.

Si somos conscientes de que queremos el bien y lo mejor para los otros –en especial para familiares o conocidos queridos-; si les observamos y nos regocijamos con su satisfacción y felicidad cuando hacemos algo por ellos y les damos algún tipo de placer; si vemos el beneficio que les aporta nuestra atención hacia ellos… ¿Por qué no hacemos lo mismo con nosotros mismos?

¿Por qué esa desatención o esa renuncia?

¿Por qué aplazarlo o por qué tener que buscar una razón suficiente para darnos un placer si eso es algo que no necesita un motivo concreto?

Si somos capaces de observarnos y padecernos en nuestros momentos menos buenos, si nos acompañamos en todas nuestras desdichas, si somos espectadores de primera fila de nuestras inquietudes y sufrimientos, si nos tenemos que acompañar en las circunstancias duras, si somos conscientes de nuestro tremendo esfuerzo para seguir adelante en muchas ocasiones… ¿Por qué no somos lo suficientemente justos y generosos y nos premiamos con placeres?

Sería conveniente para las personas que se vean reflejadas en este escrito que revisaran sus actitudes o pensamientos hasta encontrar cuál o cuáles son las razones que utilizan o los motivos inconscientes que les hacen comportarse de ese modo.

Sería muy interesante, y beneficioso, averiguar por qué no se dan placeres de un modo habitual. (Y cuando digo placeres no me refiero a regalos caros: hay mil cosas gratuitas que pueden dar gozo)

Tal vez se sorprendan descubriendo que una Autoestima baja les ha convencido de que no son merecedores de ello; o quizás se encuentren con una etapa de su pasado en que una madre castradora y confundida les hizo creer que hay que ser generoso con los otros y austeras consigo mismas; o es posible que piensen –equivocadamente- que uno puede prescindir de ello sin gran sacrificio y que los otros lo aprecian más –y detrás de esto lo que en realidad se esconde es que lo que les importa no es el placer que les aportan a los otros sino el placer que siente su ego al considerarse tan buena y tan generosa-; o que lo que hacen con su “generosidad” no es satisfacer al otro gratuitamente, sino esperar y recibir a cambio de ello el amor que uno no es capaz de darse a sí mismo.

Por supuesto que detrás de la generosidad de placeres no siempre se esconden motivaciones ocultas o retorcidas. También hay quienes son generosos de un modo altruista.

Pero lo que nos interesa en este momento es comprobar por qué uno no está tan pendiente de darse placeres a sí mismo como de dárselos a los demás.

Para los creyentes, y para los no sean creyentes pero sean inteligentes, una frase: “Amarás al prójimo COMO A TI MISMO”.

COMO – A – TI – MISMO. Esto significa EN LA MISMA CANTIDAD que al prójimo. Y, posiblemente, también quiera significar DEL MISMO MODO O MANERA.

CUÍDATE. Este sería, posiblemente, el mensaje del Creador de cada uno de nosotros.

Y con ese CUÍDATE se refiera, posiblemente, a cuidarse en todos los aspectos (físicos, mentales, emocionales, sentimentales, placenteros…)

CUIDARSE, darse placeres, es, sin duda, un modo de acercamiento entre uno y Uno Mismo; una forma de estrechar lazos, de relacionarse mejor, de apreciarse, de premiarse por las penurias, de reconocimiento y agradecimiento y, en fin, de utilizar del modo adecuado esas capacidades intrínsecas del Ser Humano de gozar, de sentir placer, de disfrutar…

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales es el creador de la web www.buscandome.es orientada al Desarrollo y Crecimiento Personal y Espiritual de las personas interesadas en el mejoramiento de su vida.

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