martes, 15 de mayo de 2018

La Ley del Espejo: un método “mágico” para solucionar los problemas con los demás


La Ley del Espejo nos plantea que el origen de nuestros sentimientos negativo hacia una persona, está en nuestro “corazón” y no en la otra persona. 

O sea que, lo que nos enseña esta ley, es que los sentimientos tienen su origen en nuestro interior y es por eso que somos nosotros los responsable de manejar creencias, ideas y malos pensamientos hacia los demás.

Porque el enfado, habitualmente, es con uno mismo y no con el otro. Es decir, todo comienza y todo termina en el sí mismo, pues es la proyección la que juega con nuestra mente, como si nuestra realidad fuese un espejo que nos devolviese la imagen que estamos generando.

Yoshinori Noguchi recrea en su libro homónimo  a esta ley, una bella historia, emocionante hasta las lágrimas, que nos brinda la posibilidad de asumir e integrar esta idea en la vida cotidiana.

Este autor nos sitúa delante de un espejo para enfrentarnos con nuestro interior que es, en definitiva, el que determina todo lo que nos sucede en la vida.  Así es que, como diría Jung, “Lo que niegas, te somete y lo que aceptas, te transforma”.

Lo que nos molesta de los demás, es lo que nos negamos a nosotros

Debemos someter a examen lo que nos molesta de los demás. ¿Por qué nos incomodan los comentarios de nuestro hermano en las comidas familiares? ¿Por qué no somos capaces de razonar cuando tenemos a nuestra cuñada delante? ¿Por qué no podemos aguantar que no nos apoyen cuando lo deseamos?

Para analizar esto es bueno que hagamos una lista con todas las cosas que nos molestan de las personas que nos rodean. Probablemente nos demos cuenta de que hay valores que nosotros también estemos menospreciando; es decir, probablemente nos demos cuenta de que hay cosas que nosotros también hacemos mal.



De alguna manera debemos plantearnos algo así como: ¿por qué no reaccionamos ante una situación de la misma forma con todo el mundo? ¿Por qué un simple y seco  “hola” nos irrita de unas personas y no nos provoca reacción alguna si lo pronuncian otras? La respuesta es simple: no guardamos lo mismo hacia unas personas que hacia otras.

Por eso, el siguiente paso es que hagamos una lista sobre aquello que tenemos que agradecer a esas personas que siempre nos incomodan (probablemente algo habrá hecho por nosotros o por alguien a quien apreciamos).

Sabremos que nos hemos liberado cuando lo que tanto nos incomodaba del otro deje de molestarnos y la experiencia que nos generaba sufrimiento deja de repetirse.


No existen límites temporales para la realización de esta lista; es decir, tenemos que tomarnos el tiempo que haga falta para examinar cuántas de esas características que nos incomodan de la otra persona, están también en nosotros. Cuando acabemos, está bien que realicemos otra lista exponiendo aquellas cuestiones sobre las que nos gustaría pedirle perdón.

Puede que nos cueste  y que, al terminar, creamos que hemos generado una lista forzada de pequeños detalles sin importancia. Sin embargo, este costoso gesto nos servirá para darnos cuenta de que en alguna ocasión nuestra mirada ha sido hostil, que otras veces le hemos hablado en tono cortante o que hemos criticado a sus espaldas algo que no nos correspondía.

El último y más valiente paso es ponernos en contacto con esa persona mediante una llamada, una carta o cara a cara. Le tendremos que dar las gracias por los motivos que hemos apuntado en la primera lista y, de seguido, pasaremos a pedirle perdón por las cosas que estén apuntadas en la segunda lista.

Este es un paso tan difícil que probablemente lo creamos inviable, más que nada porque sentimos que  mantener la distancia es cuestión de salud mental. Sin embargo debemos plantearnos si queremos eliminar ese dolor o nos compensa mantener el orgullo como forma de vida.

Si queremos superar esto y dar todo de nosotros para sanar el rencor, entonces el contacto debe ser directo. Sin embargo, si no lo contemplamos como opción, una forma menos radical es escribir una carta que no enviaremos, de tal forma que esto nos permita liberar el desencuentro emocional que albergamos en nuestra mochila.

Sea como sea, conocer la ley del espejo nos ayuda a ser precavidos y a procurar no alimentar el rencor y los malos sentimientos de ahora en adelante. No debemos olvidar que proyectamos lo que llevamos dentro, por lo que cada cosa que veamos en los otros, probablemente dirá más de nosotros mismos que de los demás.




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