miércoles, 19 de octubre de 2016

“Todo cambia”


“En diferentes grados, evidentemente, todo lo que existe está vivo y la vida se caracteriza por la emisión de radiaciones siempre nuevas. 

Incluso el metal de un collar, de un anillo o de un reloj que lleváis, vibra cada mañana de un modo diferente al del día anterior. 

Si fuerais verdaderamente sensibles, sentiríais una ligera modificación en el movimiento de las partículas infinitesimales que componen la materia. 

¿Por qué? 

Porque estos objetos están en relación con las corrientes del cosmos que se renuevan constantemente. 

Como no las sentís, creéis entonces que no hay ninguna diferencia, pero en realidad, nada en ninguna parte permanece absolutamente igual, todo cambia.

Y el Sol, cuando se alza por la mañana, él también es nuevo. 

Porque hay toda una vida en el Sol: corrientes, emanaciones, erupciones… 

“Claves del desarrollo psicoespiritual”


Conferencia de Mariano Alameda impartida en el Centro Nagual de Madrid acerca de algunas de las claves multidisciplinares del desarrollo personal de la conciencia tanto desde la vertiente iniciática como terapeutica.

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martes, 18 de octubre de 2016

“Artistas”


“¿Por qué dejar el arte a los artistas? 

Cada uno de vosotros debe convertirse en poeta, pintor, músico en su vida. 

Y no os preguntéis si vais a ser reconocidos como artistas por vuestro entorno o por el público.

 Seréis vosotros los que sabréis, sentiréis que vuestro trabajo está ahí, con vosotros, no podréis dudar de él. 

Diréis: «Pero si estas creaciones se quedan dentro de mí, nadie va a beneficiarse de ellas.» 

Al principio, en efecto, seréis unos artistas desconocidos autores de obras maestras desconocidas.

Pero hay en el mundo invisible otras criaturas, todo un público angélico que vendrá a mirar, a escuchar. Y es a este público angélico al primero que debéis atraer.

Así pues de momento sólo debéis prepararos de hacer bien vuestro trabajo y de perseverar.

Porque es una ley:

Tú estás soñando


Paz y Amor

Tu verdadera esencia es Paz y Amor. Totales. Esta Paz no es el opuesto de la guerra o el conflicto; es la Paz que acepta la aparición de la guerra y del conflicto. Este Amor no es el opuesto del odio; es el Amor que acepta sin condiciones todo lo que surge, incluyendo el odio.

Esta Paz y este Amor no es algo que necesite o que pueda ser hallado, o desarrollado, o aprendido. Esta Paz y este Amor es la naturaleza esencial de Ser.

En esta Paz y este Amor hay una inocencia casi infantil, una magia prodigiosa, una gran tranquilidad... pero "tú" nunca puedes hallarlos. La presencia de un "yo" es la aparente separación entre "yo" y el mundo. En esta separación hay conflicto, sufrimiento, esfuerzo, deseo, temor. Sentimos que hemos perdido esa inocencia, esa magia, y buscamos conseguir algo... ¿tal vez la "Iluminación"?

Así que no hay nada que pueda hacerse para "conseguir" esta Paz y este Amor, nada que pueda "yo" hacer para hallarlos, simplemente porque la creencia en el "yo" es el factor mismo que oscurece el reconocimiento de la Paz y el Amor ya presentes.

La búsqueda es simplemente más de lo mismo, es decir, la negación por parte de la mente de la magia y maravilla de ESTO, de lo que de hecho está ocurriendo. "Tal vez en el futuro consiga las respuestas a mis preguntas, o bien meditaré lo suficiente como para ser capaz de verlo". Pero ningún "yo" ha podido verlo jamás. Ninguna búsqueda ha podido conducir a ello jamás. Y no hay respuestas a la pregunta sobre qué podría "yo" hacer para verlo. "Yo" nunca podré verlo. Porque "yo" es tan sólo otro pensamiento que surge, otra creencia creada a partir de memorias encadenadas.

La única respuesta reside en el sonido del viento entre los árboles, en la sensación de un baño caliente, en el aroma de una taza de chocolate humeante, e incluso en la desesperada lucha del indigente sin hogar, o en el olor a podrido de una alcantarilla, o en el dolor por la pérdida de algún ser querido.

La Paz y el Amor únicamente pueden ser, exactamente, ESTO, AHORA MISMO – exactamente este momento ordinario, el cual la mente pasa por alto, prefiriendo aquello que "podría" ser.

1 noviembre 2007


No hay nada más que conocer

¿Qué hay ahora presente en la conciencia? Un monitor de ordenador, los dedos en el teclado, una ligera sensación de acidez. Esto es exactamente lo que estás buscando. No hay nada más que encontrar, ningún otro lugar adonde ir, ninguna otra cosa que conseguir.

La creencia de que hay algún sentido ulterior, alguna "mayor" Iluminación, es la base de la búsqueda. Y en esta búsqueda hay una negación de ESTE PRECISO MOMENTO. La búsqueda de lo sagrado en el futuro no es posible. Nunca será hallado.

En la medida que agotemos las posibilidades de encontrar la beatífica Iluminación en algún punto del futuro (siempre que recitemos tantos mantras o que meditemos lo suficiente), se vuelve crecientemente obvio que ESTE PRECISO MOMENTO es la única cosa que existe. El pasado y el futuro son sólo pensamiento, que surgen PRESENTEMENTE. El tiempo parece moverse, pero es SIEMPRE AHORA. El tiempo nunca se mueve.

Cuando esto nos penetra, surge la pregunta: ¿Qué soy yo? Todo aquello de lo que está construido este "yo" está basado en la memoria, en historias, en cosas que he poseído o he hecho, o en cosas que deseo hacer. Este deseo es como un torbellino que continúa con la farsa del "yo".

¡Es tan patentemente obvio, que se pasa por alto! ¿Dónde podrías "tú" existir, si el tiempo es una ilusión? La única cosa que se conoce es el pensamiento (o la percepción, o la sensación) que surgen presentemente. La mente toma a estos y los agrupa sin orden y los etiqueta como "cuerpo", y más tarde como "mi cuerpo".

Incluso la mente (o el pensamiento) es tan sólo una sensación surgiendo AHORA. ¿Dónde está la base para la identificación? Incluso tenemos que ir a las definiciones de palabras memorizadas para saber cómo etiquetar alguna cosa.

Anterior a todo ello hay una "cualidad de conocer" básica, una conciencia simple y ordinaria, que está registrando cada sensación, cada percepción, cada pensamiento, cada etiqueta, cada identificación. TODO es conocido en este espacio de conocer. Y este registro está ocurriendo espontáneamente, sin esfuerzo alguno.

Cualquier cosa conocida, incluyendo el deseo de ser una persona, el sentido de "yo", el sentido de estar en un cuerpo, el sentido de cualquier cosa, ocurre en este espacio de conocer. Es la pantalla en la que todas las cosas se registran, como en un espejo.

Esta vacía "cualidad de conocer" es lo que tú eres, anterior al sentido de ser una "persona", anterior a las sensaciones que son etiquetadas como "yo" o "mi cuerpo". El "cuerpo" es únicamente un manojo de sensaciones asociadas: no es lo que tú eres. El ver esta ocurriendo presentemente. No hay nada más que conocer.


Cada paso es Dios

En la búsqueda de Dios hay millones afanándose, realizando todo tipo de prácticas, restringiendo su dieta y modificando su manera de vestir y su conducta. Creando también reglas con las que, supuestamente, "otros" deberían vivir sus vidas para acercarse a Dios o ganar sus favores. Todas las religiones buscan estar "más cerca" de Dios que las demás.

Cada átomo de este "universo" es Dios. No hay ningún lugar al que tengas que ir para aproximarte a Dios, nada que tengas que hacer para estar más cerca de Dios. Porque Dios es aquello de lo que estás hecho, Dios es lo que TÚ ERES. No puedes JAMÁS estar separado de Dios.

Si Dios es omnipresente, omnisciente, omnipotente, ¿cómo podría Dios ser otra cosa que lo que tú eres? ¿Cómo podría ser omnipresente si no estuviera EN TODAS PARTES, incluyendo este cuerpo, estos pensamientos, este sentido de ser una persona que busca la iluminación, este sufrimiento, o cualquier otra cosa perceptible o concebible? Todo ello, ¿cómo podría ser otra cosa que Dios?

Dios es un término demasiado manoseado y que tiene distintas definiciones dependiendo de la orientación religiosa. Pero Dios no es otra cosa que el CONOCER inteligente actual, dentro del cual el mundo aparece.

La paz viene cuando se advierte que cada "persona", cada "situación", es, únicamente, Dios. Dios está "haciéndose" a Sí Mismo. Así que, ¿por qué preocuparse? ¿Por qué sufrir?

Algunos llaman a Dios, conciencia o unicidad, pero no importa qué etiqueta se emplee, porque la propia etiqueta es Dios. Y en esta realización, todo ello es Dios: no hay lugar para una persona separada, una "biografía" que tenga algún sentido. Todo está ocurriendo en Dios y como Dios.

Y mientras atravesamos la apariencia de esta "biografía", estamos anclados en esta Paz, con la comprensión y realización de que cada paso que damos es Dios. Cualquier cosa, sea la que sea, ES DIOS... ¿Quién va a encontrar algún problema en eso?

13 noviembre 2007

¿Quién está mirando?

Aquí y Ahora


Cuando hablamos del aquí-ahora es importante hablar de tres temas: en primer lugar, de la llamada a la consciencia; en segundo lugar, del hecho de que el tiempo no existe, aunque creamos en él; y, en tercer lugar, de que al darnos cuenta de lo que es el aquí y ahora, abrimos una puerta muy potente para conocernos a nosotros mismos, entendiendo por conocimiento de uno mismo aquello que acuñaron los sabios de la Grecia clásica para hacer ver que no sólo tenemos un componente físico, mental y emocional (a mí me gusta llamarlo metafóricamente “coche”), sino también otro de carácter divino, infinito, eterno e inmutable qué es lo que realmente somos (siguiendo el símil, lo denomino “Conductor”). Y cuando el coche deja de funcionar, el Conductor sigue viviendo.

Vivir en el momento presente es una puerta muy importante y potente para percibir todo esto. Y para las personas que se empiezan a acercar al mundo de la consciencia es el camino más directo y sencillo.

Desarrollemos los tres bloques citados, empezando por el primero.

La llamada a la consciencia

En la práctica diaria de los seres humanos, salvo en raras excepciones, se producen situaciones en las que sin darnos cuenta dejamos de estar: simplemente, nos vamos con la mente a otro sitio. Por ejemplo cuando estamos manteniendo una conversación con otra persona y, en un momento determinado, nos vamos a otro lado (a lo mejor algún elemento de la conversación hace que nos acordemos de otro hecho o situación y nuestra atención se va hacia allá) hasta el punto de que la otra persona se hace invisible: la tenemos delante, pero es como si no la tuviéramos al lado porque nosotros, con la mente nos hemos ido a otro sitio.

Otro buen ejemplo es cuando estamos paseando por la calle, sin hacer nada en especial: Y en lugar de estar allí paseando, a menudo ocurre que a partir de un cierto momento ya no estamos allí: aparentemente estamos en la calle dando un paseo, la gente puede vernos, pero en realidad no estamos allí. Esto es muy fácil de observar en cualquier paseo por las calles de cualquier gran ciudad. Si nos fijamos bien, veremos que está lleno de personas que aparentemente están, pero que en realidad no están ahí porque con la mente andan por otro sitio.

En otras ocasiones sucede que nos sentamos para pensar sobre cualquier tema o situación que nos interesa. Sin embargo, sin que nos demos cuenta, nuestra cabeza, de pronto, pone la atención en otros asuntos y nuestros pensamientos dejan de estar centrados en el tema inicial para desviarse a otras cuestiones distintas de lo que queríamos.

Son pequeños ejemplos de algo que nos ocurre todos los días. De hecho, es algo tan frecuente que la gente lo considera normal debido a lo frecuente que es. Sin embargo, siendo frecuente, es profundamente anormal.

Hemos olvidado que frecuente y normal no significa lo mismo; son palabras distintas que deberían usarse en contextos distintos. El desaparecer del momento presente para viajar a otros momentos y situaciones puede ser algo muy frecuente, pero desde luego no es normal. Esta anormalidad conlleva pérdida de tiempo, pérdida de energía, pérdida de concentración… En definitiva, nos lleva a la inconsciencia. Lo normal es estar en el momento presente, estar en lo que estamos.

Ciertamente, todos tenemos una capacidad intelectual que nos permite, por ejemplo, estar en el mes de junio y planificar un viaje para agosto. Esto está bien y es necesario. Lo que no tiene sentido es que nos vayamos a agosto o a cualquier otro momento diferente al presente sin ninguna voluntad propia, por los vaivenes de la mente. Sólo deberíamos salirnos del momento presente  cuando lo hacemos desde la plena consciencia, con una voluntad específica, y para algo que en el momento presente corresponde (verbigracia, planificar unas vacaciones, que exige hacerlo con la suficiente antelación)

Como seres humanos siempre hemos pretendido viajar en el tiempo, sin darnos cuenta de que ya somos una máquina espectacular de viajar en el tiempo: nos pasamos el día haciéndolo.

¿Por qué nos ocurre esto, que es frecuente, pero no normal? Pues por algo muy sencillo: el ser humano tiene metida en la mente la creencia en el tiempo. Sin embargo, por raro que parezca, el tiempo no existe.

El tiempo no existe

La consciencia de la Humanidad está evolucionando permanentemente. Esto tiene multitud de manifestaciones, desde revistas como la que estás leyendo hasta el mundo del cine, donde hay multitud de películas de nueva consciencia que van apareciendo, o en el ámbito de la ciencia, donde hoy ya es algo absolutamente admitido y asumido que el tiempo es una ilusión de la mente.

En el siglo XX, con la Teoría de la Relatividad, se hablaba de que el tiempo era algo relativo, que no era un valor absoluto. Pero poco a poco, a partir de la física cuántica y sus derivaciones, se ha descubierto que no sólo no es un valor absoluto, sino, simplemente, una ilusión de la mente humana. El tiempo definitivamente no existe.

Ante esto, muchas personas se preguntan: ¿cómo que no existe el tiempo? Yo he nacido, me he hecho adulto, envejezco y moriré… Entonces, cómo que el tiempo no existe. Pues bien, lo que acabamos de describir no tiene nada que ver con el tiempo, sino con los ciclos: lo que existe en la vida de una persona, en la Naturaleza o en el Cosmos son ciclos.

El Sol sale y se pone, la Luna Llena sigue a la Luna Nueva, las mareas se suceden en los mares, las estaciones del año van correlativas una detrás de otra, la tierra rota con un ciclo perfecto, etcétera. Todo son ciclos constantes, pero ¿dónde está el tiempo ahí? Esto no tiene nada que ver con el tiempo: El hecho de nacer, crecer, envejecer y morir no es nada más que un ciclo vital, un ciclo vital que se desarrolla en el aquí y ahora. Y en el seno de los ciclos existen dos cosas: el aquí-ahora, que es donde la vida existe y se despliega, y la cadena de causas-efectos originado por cada acción y situación.

El tiempo es una convención inventada por el ser humano. La prueba irrefutable de ello es que ninguna persona siente el tiempo: todos necesitamos algo externo a nosotros que nos hable del tiempo, necesitamos un reloj o un calendario, herramientas que tienen su utilidad para facilitarnos la organización de nuestro día a día. Pero todos sabemos por experiencia propia que diez minutos pueden hacerse muy largos o muy breves en función de cómo los estemos viviendo.

El problema viene cuando nos dejamos abducir por este invento. Lo mismo sucede con el lenguaje. Todos nacemos en silencio y todos desencarnamos en silencio. Nuestro lenguaje natural es el silencio. Al inicio de nuestra vida nos enseñan un idioma, que es muy útil y nos facilita el poder comunicarnos, pero ese idioma, el lenguaje, no es algo innato. Y el mundo del lenguaje también nos abduce: no somos capaces de observar algo sin poner una palabra por delante, con lo que muchas veces nos conformamos con la palabra que le ponemos al objeto y no entramos en él, no profundizamos en su contenido. Por ejemplo, estamos paseando y vemos un árbol. Al verlo, ponemos la palabra árbol sobre él y, a partir de ahí, no lo miramos realmente. Nos conformamos con denominarlo árbol, sin más, olvidando que ningún árbol, incluso de una misma especie, es igual a otro.  Las palabras crean a menudo una pantalla que hace que no te metas en la experiencia; generan una distancia entre tú y lo que estás viendo. El lenguaje es una creación mental, como que el tiempo; y, al igual que este, nos abduce y nos hace perder consciencia.

Cuando estamos en el aquí-ahora experimentamos lo que yo denomino el “acto de pensar”. El problema es que, como creemos en el tiempo, el acto de pensar en multitud de ocasiones lo convertimos en el “proceso de pensar”, que es cuando tú ya no estás en lo que estás viviendo, sino que empiezas a pensar en cosas ajenas a lo que estás viviendo, que están ligadas con nuestra creencia en el tiempo y que se caracterizan tanto por su ficción, como por su dolor.

Es un poco increíble porque si nos inventáramos cosas que nos son gratificantes aún tendría un sentido, pero en la mayoría de las ocasiones nos vamos al pasado y tenemos sentimientos de culpa, de error, de carga... sentimientos que nos atenazan. Sin embargo, el pasado no existe: existió cuando fue presente; y como fue presente, se incorporó a nosotros. Todos llevamos incorporados cada momento de nuestras vidas. Es absurdo trasladarse mentalmente cinco años atrás porque lo que viviste en aquel momento se incorporó a ti, tuvo su sentido en tu proceso conciencia, hiciste en su momento lo que debías hacer fruto de tu estado de consciencia de aquel momento y como experiencia se incorporó a ti.

Al fin y al cabo, somos como un edificio que se va construyendo piso a piso, experiencia a experiencia, y cada experiencia está en el edificio y ayuda a sostener a las siguientes. Cuando decimos “es que me equivoqué, me arrepiento y ojalá pudiera quitar esa experiencia de mi vida...” Pues bien, si realmente la quitaras, ya no serías como eres: si de un de muchas plantas elimina una, el edificio de derrumba. Para colmo, cuando llevamos la mente al pasado su funcionamiento es selectivo e interpretativo: se acuerda de lo que le interesa y de la forma que le interesa. Por ejemplo, dos personas que recuerdan una misma situación siempre tienen visiones distintas de lo que pasó; lo que ocurrió fue lo que ocurrió, pera cada una se acuerda de aspectos distintos y en los que coinciden suelen existir interpretaciones distintas. El pasado no existe, es una creación mental y, por tanto, depende de nuestra mente.

lunes, 17 de octubre de 2016

“Voz interior”


“Actividades, encuentros…, ¡la vida es tan rica en posibilidades! 

Pero antes de comprometeros, preguntaos cada vez si estas posibilidades que se os presentan contribuirán a vuestro perfeccionamiento, a la expansión de vuestra vida interior. 

Siempre hay signos que os advierten. 

Si sentís una oscuridad en vuestros pensamientos, una perturbación en vuestros sentimientos e indecisión en vuestra voluntad, no os comprometáis, porque éste es un criterio absoluto.

Tras decepciones y pruebas, muchos lo reconocen: habían sentido algo que trataba de retenerles, pero la necesidad de satisfacer sus deseos fue más fuerte, no lo tuvieron en cuenta y después, evidentemente, llegaron las decepciones, los lamentos. 

Siempre hay advertencias, nadie puede decir que no las haya recibido, pero no las toman en consideración porque están demasiado tentados, se sienten demasiado atraídos, y cuando han caído en la trampa, ya es demasiado tarde:

Sin la vivencia de los opuestos no existe la experiencia en su totalidad


Solo cuando conocemos la otra parte de la misma moneda, es cuando podemos apreciar a plenitud lo que significa vivir una experiencia desde sus dos extremos. Evidentemente pudiese resultar preferible, solo quedarnos en la ignorancia de vivir en el lado positivo de la vida, pero es justamente el encontrarse con su opuesto lo que nos permite valorarlo.

Solo podemos agradecer la luz, cuando conocemos la oscuridad, solo cuando pasamos hambre, es cuando apreciamos la comida que estaba sobreentendida en nuestra mesa, solo cuando perdemos lo que amamos es cuando le damos el valor real a su presencia. Todo aquello que damos por sentado, se puede manifestar a través de su opuesto para mostrarnos que la vida está compuesta por luces y sombras.

Por eso resulta más sencillo rescatar cada lección de aquellas experiencias que consideramos negativas en nuestras vidas, porque ellas llevan consigo siempre el opuesto a lo que queremos y nos abre los ojos ante lo que teníamos y no valoramos.


Las personas que se enferman gravemente pueden dar testimonio de esto, la enfermedad les hace abrir los ojos a la vida, le hace apreciar la salud que en algún momento estuvo predominando en sus vidas y sencillamente estaba tácita. Quienes logran sobreponerse a una enfermedad que los puso de frente a la muerte, cambian totalmente la visión de las cosas, comienzan a apreciar todo de una manera diferente, ven cada amanecer como un regalo, en cada sonrisa ven un milagro, aprecian poder salir y sentarse bajo un árbol y solo contemplar cualquier cosa que ocurre a su alrededor.

Es muy poco probable que quien recupere su salud afirme que tiene una nueva oportunidad para ir a su trabajo y mandar los correos pendientes, aunque esto tenga valor, ya no será prioritario en su vida, son las cosas que realmente importan lo que ahora llaman la atención, estar con los seres queridos, disfrutar de las ocurrencias del abuelo, darle de comer a un sobrino, abrazar con fuerza a un hijo… Pero no es necesario enfermar para apreciar la salud y la oportunidad de vivir cada día… No esperemos que la vida nos muestre su lado no tan grato para que valoremos lo que tenemos.



Los lados oscuros por lo general no son bien recibidos, pero si se nos están mostrando es porque debemos verlo, es una manera de enfocarnos y de poder apreciar el lado de luz, esto nos hace crecer, nos hace ser agradecidos, nos hace ser más empáticos y compasivos con aquellos que les ha tocado pasar por experiencias similares.