lunes, 9 de febrero de 2015

La vida cotidiana: una materia que el espíritu debe transformar


En todos los actos de la vida cotidiana, incluso en los más simples, debéis aprender a poner en acción fuerzas y elementos que os permitan transponer estos actos al plano espiritual, alcanzando así los grados más altos de la vida.
Consideremos lo que ocurre en un día normal. Nos despertamos e inmediatamente se desencadena toda una serie de procesos: pensamientos, sentimientos y también gestos como levantarse, encender la lámpara, abrir las ventanas, lavarse, preparar el desayuno, ir al trabajo, encontrarse con determinadas personas, etc. Cuántas cosas que hacer, y todo el mundo tiene la obligación de hacerlas. La diferencia está en que algunos lo hacen maquinalmente, mecánicamente, mientras otros, por el contrario, al poseer una filosofía espiritual, procuran desarrollar en cada uno de sus actos una vida más intensa, más pura, y entonces todo resulta transformado, todo toma un sentido nuevo, con lo cual se sienten continuamente inspirados.
Evidentemente vemos a muchas personas que se encuentran dinámicas, emprendedoras, pero toda esta actividad está dirigida a la consecución del éxito, del dinero, de la gloria; no hacen nada para que su existencia sea más serena, más equilibrada, más armoniosa, y esto no es inteligente, pues esta actividad desbordante no consigue más que agotarles y enfermarles.
Acostumbraos pues a considerar vuestra vida cotidiana, con los actos que debéis realizar, los acontecimientos que se os presentan, los seres junto a los que debéis vivir o con los que os encontráis, como una materia sobre la que debéis trabajar para transformarla. No os contentéis con aceptar lo que recibís, con soportar lo que os llega, no permanezcáis pasivos, pensad siempre en añadir un elemento capaz de animar, de vivificar, de espiritualizar esta materia. Pues verdaderamente la vida espiritual consiste en ser capaz de introducir en cada una de vuestras actividades, un elemento susceptible de proyectar esta actividad hacia un plano superior. Diréis: “Y la meditación, y la oración…?” Pues bien precisamente la meditación y la oración os sirven para captar estos elementos más sutiles, más puros que os permiten dar a vuestros actos una nueva dimensión.
Pueden producirse en vuestra existencia acontecimientos que imposibiliten la práctica de los ejercicios espirituales que estáis acostumbrados a hacer cada día, pero esto no debe impediros seguir en contacto con el Espíritu. Pues el Espíritu está por encima de las formas, por encima de las prácticas. En cualquier situación, en cualquier circunstancia, podéis poneros en contacto con el Espíritu para que anime y embellezca vuestra vida.
Omraam Mikhaël Aïvanhov – Extracto de “Reglas para la vida cotidiana”

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