lunes, 23 de febrero de 2015

Somos los Únicos Responsables de lo que Somos


La vida diaria que percibimos con nuestros cinco sentidos, no es realidad.

La anterior afirmación es el fundamento y la base para así poder de una vez liberarnos y comprender la tramoya de la ilusión en la estamos como prisioneros temerosos.

Esta concepción es el elemento base de las filosofías orientales, dónde en sustancia el mundo material es una ilusión, en donde por ejemplo los procesos de curación de las enfermedades dependen de cada uno de nosotros mismos, y las mismas curaciones milagrosas podrían ser en realidad debidas a un cambio del estado de conciencia que provoca cambios en el holograma corpóreo… mientras no puede ser tal para las religiones monoteístas… – El Paradigma Holográfico de Bohm.

Del mismo modo, podría darse que algunas controvertidas técnicas de curación alternativa como la “visualización” resulten eficaces, porque en el dominio holográfico del pensamiento las imágenes son reales.

A pesar de su aparente solidez, el universo es en realidad un fantasma, un holograma gigantesco y espléndidamente detallado.

A un nivel más profundo, la realidad no es otra que un tipo de super-holograma, dónde el pasado, el presente y el futuro coexisten simultáneamente; esto implica que, teniendo los instrumentos apropiados, un día podríamos entrar en aquel nivel de la realidad y recoger las escenas de nuestro pasado por largo tiempo olvidado.

Cuando veas a tus temores por lo que realmente son y domines tus EMOCIONES entonces y solo entonces serás realmente libre.

Cuando caemos en la cuenta de que todo es un holograma cuántico, que todo por tanto es energía, luz y amor, dejaremos de enfermar y por tanto de morir.

Pero cuando uno entiende que hay una unión espiritual entre todas las cosas en el universo, y que todos somos parte de una inteligencia divina, ningún fenómeno es inexplicable. 



Un yo maleable 

Los límites del yo son maleables, no son rígidos. Al yo se le ha comparado con una ameba que cambia su forma y sus márgenes. Un ejemplo de ello es lo que ocurre con los experimentos que utilizan una mano de goma. Si se oculta la mano izquierda de un sujeto y se acarician simultáneamente la mano izquierda y la mano de goma con un punzón o pincel, al cabo de unos minutos el sujeto siente que la mano de goma forma parte de su cuerpo. La fusión de la información táctil y visual en el cerebro crea esa ilusión.

Las memorias de todas las experiencias de la vida son muy importantes para la creación y mantenimiento del yo. Nuestra identidad es la suma de nuestros recuerdos, pero esos recuerdos se modifican por el contexto en el que se producen y, a veces, simplemente son confabulaciones. Con otras palabras: no podemos fiarnos completamente de ellos, de manera que el propio yo queda en entredicho. Por otra parte, sin un sentido del yo los recuerdos no tienen ningún sentido y, sin embargo, ese yo es un producto de nuestros recuerdos.

Para entender visualmente como el universo es en verdad un holograma, un profesor de matemáticas de la Universidad de Yale, desarrolló una fórmula que es ejecutada en un programa de cómputo. Nombrado por él, el conjunto Mandelbrot muestra aparentemente un patrón desorganizado, pero sin importar que tanto magnifiques, te acerques al diseño, siempre encontrarás el mismo patrón dentro del patrón general. Cada fractal dividido infinitamente siempre reflejará el total.

Cuando un fractal cambia su patrón, la suma total del patrón general cambia junto con el.

Nuestra verdadera conciencia no existe en nuestros cerebros o en nuestros cuerpos.

La física cuántica ha mostrado, que el espacio y tiempo, son ilusiones de la percepción, por lo tanto, nuestros cuerpos no pueden ser realidad si ocupan un espacio.

Enrest Rutherford, realizó un experimento en Manchester, que le reveló la forma del interior del átomo. Los científicos se conmocionaron al descubrir que el átomo es en su mayoría un espacio vacío.

La pregunta entonces fue: ¿Cómo es posible que este átomo vacío pueda formar el mundo sólido que nos rodea?



Ahí afuera no existen más que radiaciones electromagnéticas de distintas longitudes de onda que incidiendo sobre nuestros receptores producen potenciales eléctricos, los potenciales de acción, que son todos iguales provengan del ojo, del oído, del gusto, del olfato o del tacto.

El yo es una ilusión que vive en una realidad virtual
Aísla al sujeto de su entorno haciéndole creer que tiene una autonomía que no es real

El yo sería una construcción ilusoria que aísla al sujeto de su entorno haciéndole creer que tiene una autonomía que no es real. Muy probablemente, nuestro cerebro crea la experiencia del yo a partir de una multitud de experiencias. Hoy sabemos que todo lo que experimentamos se procesa en patrones de actividad neural que conforman nuestra vida mental. Y no tenemos ninguna conexión directa con la realidad exterior. Vivimos, pues, en una realidad virtual. Los colores, los sonidos, los gustos y los olores no existen ahí afuera, sino que son atribuciones de nuestra mente. Por Francisco J. Rubia.

Estamos tan familiarizados y satisfechos con la experiencia de nuestro yo que preguntarse si realmente ese yo existe parece como si fuese la pregunta de un retrasado mental. Y sin embargo la neurociencia moderna se plantea esa cuestión precisamente, a saber que el yo, como ya decía la filosofía hindú hace más de tres mil años, es maya, palabra del sánscrito que significa engaño, ilusión o lo que no es.

En la filosofía védica se acuñó la palabra Ahamkara, palabra compuesta de Aham, que significa “yo” y kara que designa todo aquello que ha sido creado. El yo sería una construcción ilusoria que aísla al sujeto de su entorno haciéndole creer que tiene una autonomía que no es real.

Como dice la psicóloga británica Susan Blackmore, la palabra ilusión no significa que no exista, existe como fruto de la actividad cerebral que al parecer genera esa ilusión en nuestro propio beneficio.

Cuando nos levantamos por la mañana nuestro yo se despierta unido a la consciencia. Vuelven los recuerdos del día anterior y los planes para el futuro. En una palabra: nos convertimos en esa persona que identificamos con la palabra “yo”. Todos nosotros tenemos la impresión subjetiva de que dentro de nosotros se esconde la persona que llamamos “yo” y que recibe todas las sensaciones, toma todas las decisiones, recapacita, planifica, aprueba o rechaza. Es como una especie de homúnculo que controla todas las funciones cerebrales.
El mundo concreto es una tela blanca que espera ser pintada. Quizás estemos todos de acuerdo que, exista o no exista, lo que consideramos “realidad consensual” ha sido formulada y ratificada a un nivel de conciencia humana en el que todas las mentes están ilimitadamente unidas entre sí.

La más profunda e importante de todas las consecuencias conexas al paradigma holográfico implicaría que, los milagros no son más habituales por el mero hecho de no haber programado nuestras mentes con las convicciones adecuadas para que se produzcan. En un universo holográfico no hay límites a los cambios que podemos aportar a la sustancia de la realidad, porque lo que percibimos como realidad es solamente una tela en espera a que se la pinte con cualquier imagen que queramos.

Todo es posible, desde el doblar cucharas con el poder de la mente, a los fantasmagóricos acontecimientos vividos por Carlos Castañeda durante sus encuentros con don Juan, el chaman Yaqui descrito en sus libros.


Todo esto no será, ni más ni menos milagroso que la capacidad que tenemos de plasmar la realidad a nuestro agrado durante los sueños.

Fuente: http://rolypolanco.blogspot.com.es

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