jueves, 2 de febrero de 2017

TU YO SAGRADO capitulo 8



De la agitación a la paz 
Todo lo que Dios quiere del hombre es un corazón en paz
Johann Eckhart

Sé que puedo conectar mi mente con la mente divina y garantizarme la paz en
cualquier momento

La pregunta que más a menudo se me formula con respecto al papel del yo
espiritual y el ego es: “¿Cómo sé si mi ego o mi yo espiritual el que me llama
en un determinado momento?”. La tercera parte, que comienza con este
capítulo, ha sido escrita para guiarle hasta la respuesta a esta pregunta.
En cualquier momento de su existencia usted escoge entre dos imágenes de sí
mismo. Las opciones son la que le ofrece su alma o yo espiritual, la voz de
Dios y la que le ofrece el ego o la falsa idea de usted mismo. Decida cómo se
ve a sí mismo y cómo ve también a los demás. En esencia, acepta la imagen
que su ego tiene de usted y de los demás, o bien la de su yo espiritual.

La primera respuesta a la pregunta antes planteada es: “Si le aporta una
sensación de paz, entonces el que está en acción es su yo espiritual2. Su yo
superior le impulsa siempre a resolver los conflictos con los que se encuentra,
con el fin de que haya sitio en su vida para la serenidad y la armonía. Le insto
a que preste muchísima atención a esos sentimientos.

La única paz de su mundo, de su vida personal, es la paz de Dios. Si está
viviendo sumido en la agitación, peleándose de forma constante consigo
mismo y sintiendo ansiedad, está permitiendo que el ego domine su vida. Si se
siente sereno, el ego ha sido desbancado por su yo espiritual.

Pregúntese siempre: “¿Esto me traerá paz o agitación?” Si la respuesta es
agitación, ya sea en sus pensamientos como en su mundo físico, debe
examinar cómo y por qué está permitiendo que el ego domine su vida. Si la
respuesta es paz, sabrá qué hacer y cómo pensar. Y sabe que su yo espiritual
está trabajando en su beneficio.



REEMPLAZAR LA AGITACIÓN POR LA PAZ

En todos los momentos de su vida, usted tiene la opción de escoger la paz. Su
falso yo se crece en la ansiedad porque cree que eso es lo que necesita para
continuar con vida. El ego fomenta pensamientos como éstos: no puedo ser
feliz ni sentirme contento; tengo que ser un malvado pecador; si me sintiera en
paz me limitaría a vegetar; tengo que fijarme de modo constante en cómo viven
y actúan los demás con el fin de valorarme. Este continuo estado de
comparación mantiene la agitación con vida.

El ego quiere que esté en un constante estado de agitación para impedirle ser
uno con su yo espiritual. Le convence de que si no está siempre con los
nervios de punta usted no puede desarrollarse. Pero debe tener presente que
la experiencia de esta agitación es una elección que usted ha hecho, al permitir
que su falso yo domine su existencia. Cuando escoge la paz, está dejando
entrar a Dios en su vida. En lugar de vegetar, descubrirá que puede estar
ocupado, tener un propósito y sentirse contento, tener paz.

Todos ansiamos la placidez de vivir sin agitación ni angustia. Tenemos una
sensación de iluminación interna cuando sabemos que estamos dentro de
nuestro curso natural, en al senda espiritual. Así pues,. ¿por qué a menudo
elegimos emociones, pensamientos y creencias que nos apartan de este
camino, que agitan nuestra mente, enturbian nuestra percepción y dificultan
nuestras relaciones?

Es necesario que examine con cuidado aquellas elecciones que le alejan de la
paz, de Dios. Saber que la paz es siempre una opción a nuestro alcance ya es
un paso significativo. Esto le ayudará a domar el ego cuando insista en que
usted es un ser aislado y especial.

Reemplazar la agitación que tan a menudo escoge es, pues, una simple
cuestión de permitir que su yo espiritual se haga cargo en cualquier
circunstancia en la que esté a punto de sumirse en la agitación. El ego le
empujará a la lucha... alejándole de la paz. Usted tiene que estar dispuesto a
verlo cuando está a punto de suceder, e invitar a su yo espiritual a que no le
permita actuar a su ego.

Me gusta mucho la siguiente cita de A Course in Miracles, que yo veo a
propósito del reemplazo del ego: “No hallarás paz excepto la paz de Dios.
Acepta este hecho, y ahórrate la agonía de más amargas decepciones, pura
desesperación, y sensación de completa impotencia y duda. No busques más.
No hay nada más que encontrar que no sea la paz de Dios.

Considere estas profundas palabras mientras lee el resto del presente capítulo.
Sólo retenga que, en su interior, siempre tiene esta opción y qe cuando opta
por la ansiedad y la agitación está permitiendo que su ego sea quien gobierne.
No lo acepte, puede ser la morada de la paz.



ALGUNOS COMPORTAMIENTOS QUE NOS ALEJAN DE LA PAZ


Cuando carezca de paz, recuerde que es su ego, la falsa idea de sí mismo, el
responsable. He aquí algunos de los comportamientos más comunes y
aceptados que contribuyen a la ausencia de paz.
Enfrentamientos y discusiones. Nada provocará con mayor rapidez una
sensación de agitación que el que usted participe en una pelea o discusión.
Siempre tiene una alternativa. ¡Siempre! Discutir o no discutir. Enfrentarse o
no enfrentarse.

Cuando opta por la discusión o el enfrentamiento, está permitiendo que su ego
relegue a su yo espiritual. He ahí a su ego, hablándole: “Tú eres un ser distinto
de tu cónyuge/ese dependiente/esos burócratas. Necsitas demostrarles lo
especial que eres y que no pueden imponerte las cosas. Diles lo que piensas y
no les escuches”

En la raíz de este punto de vista de la vida está la siempre presente necesidad
de tener razón. Cuando uno no lo necesita, ya no hay lugar para la agitación.
Competiciones y comparaciones. Cuando se compara con otros como forma
de medir su actuación, está a merced de su falso yo. Ha aceptado la errónea
idea de que Dios tiene favoritos, y que usted será mejor cuando esté por
delante de alguna otra persona.

El ego le dicta mensajes que probablemente le han enseñado a creer que son
importantes para su éxito en la vida. El ego le dice: “Si él/ella puede, tú
también puedes. Tú eres mucho más inteligente/guapo/fuerte/más espiritual
que él/ella. Tienes que hacer valer tu superioridad y demostrarle la vedad.
Eres el mejor. Ahora sal ahí afuera y demuéstraselo a todos. Tienes que
comprarte algo que ellos no puedan permitirse, para desmotar el éxito que
tienes”.

Este diálogo interior, originado en el ego, garantiza que esa paz y armonía
interiores no se encontrarán a su alcance.

Persecución y lucha. Las escenas cinematográficas de persecución tienen eco
en una parte de nosotros. Cuanto más intensa es la persecución, más éxito
tiene la película. Escaleras arriba, en lo alto de barrancos; coches, aviones,
trenes; armas de fuego, aparatos robóticos, violencia y escenas de coches; por
encima de cercas y a través de bosques...siempre vamos hacia el ego. Éstas
son también las escenas de su vida interior cuando el ego está al mando. Esa
carrera tras un éxito y tras otro, le demuestra que usted es mejor que todos
esos haraganes que están esperando algo a cambio de nada.

Vaya tras los ornatos del éxito y los símbolos del mérito por luchar y su
recompensa serán más oropeles, una búsqueda sinfín de ornatos y un vacío
interior allí donde podría residir la paz.

Así funciona su falso yo, así le habla: “Eres especial. La forma de demostrarlo
es acumulando éxitos. Eres diferente de todos los demás. Ahora demuéstralo
obteniendo ese ascenso, no tengas en cuenta tus sentimientos. Tienes que
sentirte ofendido cuando alguien te supera. ¿Quieres que la gente piense que
es mejor que tú? Persigue esos incentivos. Cuando los hayas obtenido, serás
el mejor. Recuerda, si no sabes adónde vas, ¿cómo lo sabrás cuando hayas
llegado?”.

Al ego le encanta verle luchar. No quiere verle satisfecho, que esté en paz y
conozca a Dios en su interior. En ese caso podría no necesitar al ego, así que
él le azuza para que olvide esas zarandajas y continúe luchando. El ego le dice
que no cese de correr, que hay un ataúd esperándole para cuando acabe la
carera.

Preocupaciones. Cuantas más preocupaciones aflijan su mundo interior,
menos tiempo tendrá para gozar de la paz. La preocupación es la ausencia de
paz, y al ego le resulta extraordinariamente fácil eliminar la paz mediante las
preocupaciones.

El ego está programado para sembrar preocupaciones, de ahí que le diga:
“Deberías preocuparte. Hay muchísimas cosas por las que preocuparse.
Podrías enfermar. Uno de tus seres queridos podría sufrir un accidente. Tú
podrías perder el empleo. Podrías divorciarte. Podrías arruinarte. Podría
caérsete el pelo. Podrían hacerte una inspección de Hacienda”.

El ego se crece con estos pensamientos, es feliz cuando usted utiliza toda su
energía en preocuparse, sin dejar lugar para esa zarandaja de la paz.
Decir “¡Fíjese en mí!”. Todo el tiempo que dedica a repetir de una forma u otra
esta frase, es tiempo que pasa apartado de la paz y la armonía. La necesidad
de que se fijen en ellas y les den aprobación es un trabajo casi de jornada
completa para alguna personas.

El ego utiliza de forma eficaz esta táctica para relegar al yo espiritual, se sirve
de frases como las siguientes: “Si no se fijan en ti, es que hay algo malo en tu
persona. Eso demuestra que eres inferior. Pregúntales a los demás si piensan
que eres especial. Si no reconocen que lo eres, haz algo para traer su
atención. Tienen que fijarse en ti, y lo harán, si dedicas una gran cantidad de tu
energía vital a asegurarte su aprobación. Implórala, róbala, llora si no la
obtienes, siéntete inseguro y ansioso si te la niegan”.

Cuando necesite que se fijen en usted y le aprueben, le embargará la agitación
y ansiedad. La armonía no puede convivir con lso actos que dicta el ego.
Imponerse fechas límite y aceptar presiones. Cuando siente las presiones que
usted mismo ha aceptado, renuncia a su potencial de paz y permite que su ego
tiranice a su yo espiritual. Éste es el constante trabajo de su falso yo para
impedirle conocer su amorosa esencia divina.

Lo hace con las siguientes frases: “Tienes que demostrar quién eres, no sólo
haciéndolo mejor que todo el mundo sino también haciéndolo más rápido y sin
tacha. Ponte multitud de fechas límite. Acepta esas presiones por alto que sea
el coste. Cuanto más se aproxime la fecha límite, más ansiedad deberías
sentir. Es bueno. Mantendrá tu atención centrada donde corresponde; en tus
éxitos, en tu calidad de especial y asilado, n lugar de que en esa tontería de la
serenidad. La serenidad es para los perdedores. Tienes algo que demostrar y
tienes que hacerlo ahora”.

El ego es un maestro en la tarea de convencerle de que necesita sumirse en el
trabajo, hacer mucho y conseguir mucho dinero.

Acumulación y adquisición. Cuanto más tiene, más especial es usted, según el
ego. Cuanto más especial es usted, más se confirma que es alguien que no
tiene nada que ver con todos los otros que tienen menos.

No hallará paz midiendo su valor según sus adquisiciones. Por lo tanto, el ego
le convence de que no es paz lo que necesita. El ego quiere hacerle creer que
las cosas son más importantes. Le dice “Acumula tantas posesiones como
puedas y siéntete apegado a ellas.

Tendrás una sensación de orgullo y logro cuando des luestre a esos trofeos y
acaricies a todas esas cosas de tu valiosa colección. ¿de qué otra forma
sabrás que has tenido éxito si no posees algo tangible que lo demuestre?
Ahora sal ahí afuera y consume, colecciona, adquiere y acumula tanto como
puedas. Ésas son las verdaderas pruebas de que eres especial”

Parlotear con uno mismo. “Olvídate de todo eso de la meditación. Sólo te
pondrá en la peligrosa situación de verte seducido por malos espíritus que
constituyen la esencia de tu personalidad. Mantén la mente ocupada. Piensa
en tantas cosas como puedas. Haz que esos pensamientos no cesen, aunque
el anterior no tenga relación con el siguiente”.

Éste es el mensaje del ego, mantener su mente charlando durante todo el día,
perturbando incluso su sueño. Cuanto más charle su mente y se mantenga
ocupada, menos lugar habrá para la paz y la armonía. Una vez más, esto es
obra del falso yo.

El falso yo está ocupado en convencerle de que usted es aglo que no es. Para
mantener esta ilusión, no quiere que conozca nada que se parezca al silencio y
la paz interiores. El ego le empuja de modo constante hacia el ruido y las
interrupciones, con la esperanza de evitar que conozca su yo espiritual, que
crece en la armonía y el silencio.

Regocijarse con los problemas de los demás. Cuando usted encuentra alguna
felicidad en los sufrimientos ajenos, incluidos los que padecen aquellos a los
que consideramos enemigos, el ego ha hecho presa en usted. Quiere que
piense en usted como en alguien sin conexión con los demás. Cuando otros
tienen problemas, el ego dispone de una oportunidad para cimentar esas
creencias.

Toda cháchara, parloteo, chismorreo que entretienen a la gente son obra del
ego. Ocuparse de las desdichas de otros demuestra que usted no quiere
ayudarles sino sentir placer o diversión ante sus dificultades y humillaciones.
Su ego le dice: “Esas personas se merecen lo que tienen. No son tus amigas.
Obviamente son malas porque no están de tu lado”

Su ego alimenta la idea de su aislamiento. Ocuparse de los chismorreos, creer
que los malos están recibiendo su merecido, y el horror de la vida diaria
recogido por los medios de comunicación como si fuera un entretenimiento....
...Todo ello confirma que usted está solo en el mundo.

Éstas son algunas de las creencias, actitudes y conductas cotidianas más
típicas que alimenta el ego para evitar la paz. Si encuentra dichos elementos
en su vida, es muy probable que advierta que este tipo de comportamiento se
manifiesta también en lo físico.

Si es consciente de que cada pensamiento tiene una contrapartida física, puede
ver que estos hijos del ego se materializan en su cuerpo. La presencia de este
constante estado de tensión derivado de demostrar quién es, ir a la carrera,
parlotear con uno mismo, preocuparse, perseguir, adquirir y competir, produce
los mismos resultados en su cuerpo. La tensión concomitante que aparece
con todos estos pensamientos engendrados por el ego genera tensión en el
cuerpo.

Presión sanguínea alta, úlcera, trastornos cutáneos, jaqueca, dolor de espalda
e incluso enfermedades graves como el cáncer, la apoplejía y los trastornos
hepáticos son los dividendos que produce el dominio del ego. Estos
trastornos se manifiestan porque usted permite al ego crear agitación para
evitar la paz que se encuentra en su interior. Saber que así funciona el ego
debería ayudarle a dominarlo y conocer su yo espiritual.



LOS DIVIDENDOS QUE OBTIENE EL EGO AL FOMENTAR LA AGITACIÓN

El ego –la falsa idea que todos tenemos de nosotros mismos-, quiere mantener
este persistente estado de enfrentamiento interno por unas razones muy
sólidas. Cuando uno entiende su ego, tiene mucha más capacidad para
dominarlo. Cuando sepa por qué el ego se comporta como lo hace, será capaz
de llevar a cabo los ajustes necesarios para que su yo espiritual posea una
mayor influencia sobre su existencia.

He aquí algunas de las razones por las que el ego le mantiene en ese estado de
agitación interna:

Lo más importante, el ego ha estado con usted desde la infancia. Casi todas
las personas que usted ha conocido lo han alimentado. Los antepasados de
estas personas también se vieron dominados por su ego.

Su ego quiere sobrevivir. Si consigue mantenerle en un estado de agitación
impedirá que conozca su yo espiritual. Desde la perspectiva del ego, Dios es
una enorme amenaza. Así que hará todo lo que pueda para impedir que goce
de esa placidez interna donde la voz de Dios es tan hermosamente clara.
Su ego no quiere que cambie. Verse a uno mismo como un ser importante y
especial nutre al ego y lo mantiene funcionando a pleno rendimiento. A pesar
de que el ego es en sí mismo una ilusión que lleva consigo, se comporta como
si tuviera vida propia.

Su ego realizará todos los esfuerzos del mundo para convencerle que no
necesita cambiar. De hecho, si está preguntándose porqué no debería sentirse
especial, podría estar escuchándolo en este mismo momento. Ése es el tipo de
pensamiento que le ha impedido realizar los cambios que conducen a la paz
interior. Cuanto más le asalten tales ideas, más feliz será el ego.
El ego se crece con el miedo. Cuando usted tiene miedo, está a merced del
ego. El miedo le impulsará a comportarse de maneras que minan su yo
espiritual.

Su yo superior le dice que no hay nada que temer, que el amor es la respuesta
a todo y que Dios es amor. Su amorosa esencia divina le asegura que no tiene
necesidad de sentirse culpable ni temeroso y que si se siente así eso
desaparecerá cuando alcance paz interior.

Pero el ego quiere que mantenga la sensación de miedo. Vivir en el miedo es
una manifestación de que no confía en la energía divina ni en su sabiduría
interna. Esta presencia del miedo confirma la abdicación de su yo espiritual y
la creencia de que Dios no sabe lo que está haciendo. Lo opuesto del miedo no
es la valentía: es el amor.

Cuando siente amor dentro de sí, usted no siente ni culpabilidad ni miedo.
Sabe que todo lo que está experimentando tiene su razón, incluso sus
aflicciones, que son sus más grandes maestros, y la muerte de su cuerpo,
destino de todo lo manifiesto. Usted sabe que la muerte es una recompensa,
no un castigo. Por lo tanto, no tiene nada que temer a menos que escuche a su
ego cuando alienta el miedo y aparta a Dios de su lado.

Su ego quiere que no cese de buscar más cosas que consumir y más
posesiones que tener: Cuanto más acelerada sea su vida, menos tiempo
tendrá para conocer su esencia espiritual. El ego le alienta para que
permanezca ocupado, para que se mantenga en movimiento y evite la
búsqueda espiritual.

Su ego quiere que mire hacia fuera. Quiere que continúe mirando en la
dirección equivocada para que no note la presencia de Dios en su vida. Al
mirar al exterior uno alienta la presencia del ego.

Las consecuencias serán que de modo constante sentirá la presión de
compararse con otros; la necesidad de derrotar a otros con el fin de sentirte
poderoso o importante; de tener más y mejores juguete; de acumular más
trofeos. Todo este mirar al exterior es obra del ego. Siempre que se niegue a
escuchar, él gritará que tiene que sentirse molesto cuando otros le superan;
que no vale nada cuando pierde; que ser el número uno es más importante que
nada; que conformarse con menos es admitir que se es un perdedor.
Todas estas creencias están profundamente arraigadas en usted. Le resulta
muy difícil imaginar siquiera el no tenerlas, porque los esfuerzos de su ego y
de los egos de muchos otros han estado trabajando duro para convencernos
de que es la única manera de ser. Mirar al exterior provoca una sensación
interna de conflicto y agitación que hará que continúe persiguiendo las pompas
que le ofrece el ego.

Una sensación de pz desafiaría esas arraigadas ideas, y podría significar la
muerte de su falso yo. Su ego está en lucha con su deseo de paz y no aflojará
la presa de buen grado. Gritará más y más fuerte, pero recuerde que se
acobardará cuando se encare con la luz de Dios.

Éstas son algunas de las estrategias de su ego para mantenerle alejado de la
paz. Le he proporcionado algunas opciones para las tácticas persuasivas del
ego. Tengo presente que usted puede dominar ese ego mediante su voluntad.
Lo único que hace falta es la determinación de vivir según los dictados de su
yo espiritual.



ALGUNAS IDEAS PARA LLEVAR LA PAZ A SU VIDA DE MODO PERMANENTE

Recuerde, tiene que ofrecer paz para tenerla. Tiene que ofrecer paz para
conocerla. Intente ofrecer paz en tantos ámbitos como le resulte posible.
Pensar en uno mismo como una persona de paz es el primer paso, pero sólo el
primero. El pensamiento debe traducirse en acción. Esfuércese para refrenar
su tendencia a provocar enfrentamientos y trastornos en las vidas de otros.
Detenerse y preguntarse si quien está a punto de actuar es su ego, que adora la
agitación o su yo espiritual, que adora la paz, le ayudará a enviar al exterior la
respuesta adecuada aun en las situaciones en las que se sienta impaciente o
incomprendido.

En esas situaciones, será capaz de decirle sencillamente, por ejemplo, a un
dependiente agresivo: “Hoy tiene usted un día malo ¿verdad?” en lugar de “he
estado esperando durante quince minutos y la verdad es que me siento muy
mal tratado” Ofrezca paz al exterior por el sistema de contenerse y consultar
luego a su amorosa esencia divina.

Recuerde que su pasado le ha enseñado los mensajes incorrectos si éstos no
le aportan paz y felicidad. No tenga miedo de abandonar esas creencias si no
le proporcionan una sensación de paz.

Por ejemplo, si le han enseñado a ganar las discusiones y debates a toda costa
pero ese comportamiento no le ha procurado una verdadera sensación de paz,
pruebe a abandonar esa postura y alentar a los demás a experimentar júbilo.
Mire si su júbilo le proporciona un sensación más plena de paz que salir
triunfante de la discusión.

Expulse las emociones de miedo y culpabilidad y reemplácelas por amor,
perdón y bondad. Gozará de paz cuando abandone esas respuestas
emocionales. Si se siente culpable por su conducta anterior, recuerde que de
ese modo está invitando a la agitación a su interior.

Deshágase de la culpabilidad perdonándose a sí mismo y haciéndose la
promesa de evitar ese tipo de conducta en el futuro. No necesita sentirse
culpable, a menos que quiera que su ego continúe dominando su vida.
Por ejemplo, haga una lista de todo lo que le impide amarse a sí mismo. La
lista podría incluir tener sobrepeso, ser celoso, nervioso, adicto a algo,
incompetente o desorganizado. Luego, con independencia del esfuerzo que
requiera, afirme que se ama a pesar de estar gordo, ser adicto, etc.

Esto le ayudará a sentirse en paz con la decisión que ha tomado, y a darse
cuenta de que no es ese cuerpo ni esos deseos. Usted es el ser invisible que
decide. A medida que se sienta más en paz con el que decide, el espíritu del
amor comenzará a reemplazar las elecciones perjudiciales para alcanzar la paz.
Examine todo lo que le ofende y mire si puede conseguir que su ego haga
mutis por el foro. Si el hambre y la inanición del mundo le sacan de sus
casillas, intente cambiar a una nueva conciencia.

De algún modo que yo no comprendo, estas cosas ocurren según un orden
divino y también mi deseo de cambiarlo existe según un orden divino.
Despójese de lo negativo y varíe su rumbo.

Cuando uno se siente molesto o indignado, en realidad está pensando: “Esto
es horrible, no debería estar sucediendo ¿Cómo puede Dios permitirlo?”
Líbrese de su ego, y luego actúe según eso que defiende. No hay necesidad de
cobijar sentimientos de violencia.

De modo similar, si el comportamiento de alguien le resulta ofensivo, es porque
está interpretando esa conducta desde su egocentrismo, el cual sostiene que
esa persona no debería actuar como lo hace. Es usted quien escoge sentirse
ofendido, herido o enfadado por su comportamiento.

Pero esa persona está actuando según es. El que se sienta ofendido es obra
de su ego, que quiere mantenerle en la ansiedad. Si no se lo toma como algo
personal y si juzga el comportamiento por lo que es, podrá erradicar los males
del mundo sin que el ego le ponga impedimentos por el sistema de
encresparle.

Tenga presente que los agravios acarrean agitación, mientras que la
comunicación trae paz. Si quiere paz en su vida, olvídese de los agravios.
La manera de desestimar estos agravios es abandonar el egocentrismo y
practicar el perdón, no la venganza. Al abandonar el egocentrismo, le
sobrevendrá una sensación de paz. Si está enfadado con alguien, por muy
difícil que pueda resultarle, esfuércese por comunicarle sus sentimientos al
respecto.

Su resistencia a comunicarse es una consecuencia de la estrategia de su ego.
Si permite que se encone, mantendrá viva la agitación y nunca le embriagará el
éxtasis que la paz aporta. Cuando se resista a comunicarse con alguien,
recuerde que ello es obra de su ego, y que usted está decidido a tener paz.
Unos minutos de conversación e incluso de perdón, alejarán la agitación y
debilitarán la influencia de su ego.

Su indignación o angustia por ser tratado de manera injusta es precisamente lo
que su ego pretende, puesto que eso le mantendrá apartado de la búsqueda
espiritual y en las garras de su ego.

Tenga esta pequeña frase a mano: “El enjuiciamiento y la paz son antitéticos”.
El libro A Course in Miracles nos dice: “La tensión del enjuiciamiento constante
resulta prácticamente intolerable. Es curioso que una práctica tan dañina sea
tan seguida”.

Usted tiene que realizar un esfuerzo para mirar a los demás sin condenarlos.
Cada enjuiciamiento le aparta de su meta de paz.

A su ego le encanta que usted juzgue, dado que con esos juicios usted
permanece en un continuo estado de angustia y remordimiento. Tenga
presente que nadie queda definido por sus juicios, sino que se define a sí
mismo como alguien que necesita juzgar.

El juzgar a los demás de modo condenatorio le niega la posibilidad de que
experimente amor. Si puede permanecer neutral, en lugar de condenar, llegará
al júbilo sobre el que estoy escribiendo. No tiene que fingir que le encanta algo
que aborrece. Limítese a permanecer neutral y dejar que sus juicios se
desvanezcan.

La paz no se halla en tener razón o sentirse herido o enojado. Por supuesto,
esfuércese para corregir aquello que percibe como negativo, pero hágalo
sabiendo que cualquier sentimiento de enojo le impide conoce a Dios.
La paz llegará cuando usted sea un reformador, no un juez.

Hágase el regalo de un retiro en silencio cada día. Aunque sólo sea unos
momentos. Regrese a esa clave de acceso a la conciencia superior, acalle el
diálogo interno y conozca la diferencia entre el parloteo y el júbilo del espacio
unificado. Cuando comience a disfrutar regularmente de momentos de
silencio, los codiciará e insistirá en que sean una parte de su vida, con
independencia de lo atareado que esté. Ésta es la forma más segura de
librarse de la férula del ego y alcanzar al visión interna de paz que es su
legítimo derecho.

La mejor de las técnicas para traer paz a su vida es recordar que siempre debe
escoger la amabilidad ante la alternativa de tener razón o ser amable. Éste es
el método más eficaz que conozco para tener una sensación de paz. Y
recuerde, siempre tiene esa alternativa.

Tenga como algo predominante en su mente el hecho de que existe un lugar
dentro de usted donde hay una paz perfecta y donde nada resulta imposible. Si
ora de forma regular, llegará a ese punto. La paz será suya con que sólo la
pida.

Su yo superior siempre alienta la paz. Si tiene la duda de si es su ego o su yo
espiritual el que le impulsa a algo, la respuesta se torna evidente cuando uno
se pregunta<. “¿Esto me traerá paz o agitación?”.

En el libro Yoga Vasistha, se nos recuerda la necesidad de paz:
Esta vida mundana no conduce a la verdadera felicidad,
Así que busca el estado de ecuanimidad
En el que experimentarás paz, júbilo y verdad.
Si permaneces en la incertidumbre,
No habrá paz, no habrá felicidad.

Esta idea de la incertidumbre le resultará útil. La incertidumbre se traduce en
agitación; la ecuanimidad, en paz. Dicho estado de ecuanimidad es
inalcanzable mediante el ego. Debe poner su yo espiritual al timón de su nave.
Si continúa al timón el ego, permanecerá en la incertidumbre eternamente. Su
yo espiritual –y sólo él- alienta la paz. Él quiere, desesperadamente, que
conozca el júbilo de ese estado interno de ecuanimidad.


WAINE W. DYER 

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