miércoles, 2 de agosto de 2017

El poder del silencio


Los seres humanos modernos han perdido el contacto con su "verdadero yo" interior. El silencio y la quietud son un medio para recuperar la felicidad y la alegría. En el mundo moderno el silencio prácticamente ha dejado de existir.

La raza humana ha estampado su autoridad sobre el planeta Tierra no sólo cubriendo su superficie con hormigón y destruyendo su vida vegetal y animal, sino también enterrando los sonidos naturales de la Tierra debajo de una cacofonía de ruido artificial. Vivimos nuestras vidas en el contexto de esta cacofonía, con los mecánicos sonidos irregulares de la sociedad urbano-industrial que atacan continuamente nuestros oídos: el rugido de los coches, aviones y trenes, el sonido metálico y sordo de las máquinas, el ruido de las obras de construcción y restauración, la cháchara de las radios y televisiones en los coches y casas de otras personas, y la música pop-rock a todo volumen desde cualquier lugar imaginable. Pero nada, por supuesto, ha hecho más daño en destruir el silencio que el coche. En el mundo moderno es muy difícil ir a cualquier lugar donde no exista la posibilidad de ser perturbado por el sonido de los coches que pasan, y la única posibilidad que tienen los habitantes de la ciudad para poder experimentar algo de la tranquilidad que existía anteriormente cuando no había coches en ningún sitio, es algunas veces en los domingos, cuando el loco correr de aquí para allá de la vida moderna se ralentiza. Esta quietud parece tan extraña ahora que parece difícil creer que hace cien años y antes era así en todas partes todo el tiempo. En aquel entonces esta quietud incluso llenaba los centros de las ciudades de mayor actividad, que probablemente tendría un nivel de ruido equivalente a la de un pequeño pueblo moderno.

También hay más ruido que nunca dentro de nuestras casas. Es raro entrar en una casa hoy en día donde no haya al menos un televisor parloteando en alguna parte, aunque los residentes no estén realmente viéndolo, y otras formas de entretenimiento en el hogar compiten con la televisión para producir aún más ruido: radios, reproductor de CD, ordenadores y videojuegos, etc. de hecho, el único sonido que en gran medida está ausente de las casas de la gente de hoy en día es la voz de sus propios ocupantes hablando unos con otros.

Viviendo en medio de todo este ruido es seguro que tendrá un mal efecto en nosotros. Todo el ruido hecho por el hombre es fundamentalmente perturbador. Encontramos el sonido del canto de los pájaros o el del viento que sopla a través de árboles agradable, pero el ruido mecánico es siempre chirriante y desentonante. Y puesto que vivimos nuestras vidas en un contexto de ruido mecánico resulta que siempre hay un trasfondo de agitación dentro de nosotros, producido por el ruido. Este ruido es sin duda también una de las razones por las que la vida moderna es tan estresante. En la vida moderna nuestros sentidos son bombardeados masivamente con estímulos externos. Nuestro campo de visión siempre está lleno de diferentes cosas (y en constante cambio), y nuestros oídos son bombardeados con una desconcertante variedad de sonidos, todos los cuales reclaman nuestra atención. Nuestros sentidos tienen que absorber y procesar todo este material, que ocupa una gran cantidad de energía, lo que significa que somos susceptibles de quedarnos fácilmente sin energía o "agotados". Podemos salir nosotros mismos de este estado eliminando todos los estímulos externos, dejando que nuestras baterías de energía se recarguen de forma natural, es decir, relajándonos. Pero hay tantos estímulos externos alrededor en el mundo moderno y la gente está tan acostumbrada al ruido, que es posible que nunca podamos relajarnos adecuadamente, lo que podría significar vivir en un estado permanente de "agotamiento".

Esta falta de quietud también significa que la gente ya no utiliza el silencio, e incluso pueden, como resultado, llegar a tener miedo de él. Junto con la inactividad, el silencio se ha convertido en algo que la mayoría de las personas están decididas a evitar a toda costa, y que, cuando se enfrentan con ello, les enerva. La gente se ha acostumbrado tanto al ritmo frenético y la actividad incesante de la vida moderna que se sienten incómodos cuando no saben qué hacer o se quedan sin nada que ocupe su atención aunque sea por unos momentos, y se sienten igual de incómodos cuando el ruido de fondo que hay en sus vidas se calma. ¿Por qué la gente necesita tener sus radios y televisores parloteando de fondo, incluso cuando no les están prestando atención?


En otras palabras, en el mundo moderno el silencio se ha convertido en un enemigo. Y esto es una verdadera lástima, porque en realidad el silencio es uno de nuestros más grandes amigos, y puede, si se le permitido revelarse, tener un poderoso efecto beneficioso sobre nosotros.

El ruido interno
No es sólo el ruido fuera de nosotros el que nos causa problemas, sino también el ruido dentro de nosotros.

De la misma manera que la tranquilidad y quietud natural del mundo que nos rodea es siempre tapada por el ruido artificial, la tranquilidad natural de nuestra mente es constantemente perturbada por el parloteo de nuestros ego-yoes. Este parloteo llena nuestras mentes, desde el momento en que nos despertamos por la mañana hasta el momento de ir a dormir por la noche, con un sinfín de ensueños, recuerdos, deliberaciones, preocupaciones, planes, etc., de los cuales no tenemos control, y que incluso continúan (en la forma de sueños) cuando nos quedamos dormidos. Este "ruido interno" tiene tantos efectos negativos como el ruido mecánico fuera de nosotros. En realidad, crea problemas en nuestras vidas cuando reflexionamos sobre los pequeños inconvenientes e incertidumbres que parecen importantes sólo porque les estamos prestando demasiada atención, y cuando nos imaginamos todo tipo de posibles escenarios sobre eventos futuros en lugar de simplemente tomarlos según vienen. Esto significa que no vivimos en el presente, porque siempre estamos ya sea planificando y anticipando el futuro o recordando el pasado "vagando en tiempos que no nos pertenecen y no pensando en el único que sí" como Blaise Pascal escribió. Y este constante parloteo interno también significa que nunca podemos dar toda nuestra atención a nuestro entorno y a las actividades de nuestra vida. Nuestra atención está siempre en parte ocupada por los pensamientos en nuestra mente, de modo que dondequiera que estemos y lo que sea que estemos haciendo nunca estamos completamente ahí.

También se puede decir que es probable que haya actualmente más de este "ruido interno" dentro de los seres humanos que haya habido antes. El ritmo frenético y la actividad constante de nuestras vidas, la enorme cantidad de estímulos externos con los que somos bombardeados, y el aluvión de información que los medios de comunicación ponen en nuestro camino, han hecho nuestra mente más inquieta y activa. Tenemos que hacer malabares con docenas de diferentes problemas y preocupaciones en nuestra mente sólo para sobrevivir día a día, y cada nueva cosa que vemos o cada nueva pieza de información que se pone en nuestro camino es potencialmente el comienzo de un tren completamente nuevo de pensamiento para ocupar nuestras mentes.

El Verdadero Yo
En última instancia, la consecuencia más grave tanto de este parloteo interno como del ruido y la actividad del mundo moderno es que nos separan de nuestro verdadero yo (self).

Nuestro "verdadero yo" que se podría llamar el fundamento, o la esencia, de nuestro ser. Es la consciencia pura dentro de nosotros, la consciencia-en-sí que permanece cuando no estamos realmente conscientes de nada. Es lo que queda cuando la actividad de nuestros sentidos y de nuestra mente cesa. Las impresiones sensoriales que absorbemos del mundo y los pensamientos que pasan por nuestra mente son como las imágenes en una pantalla de cine, pero nuestro "verdadero yo" es la pantalla de cine en sí, que todavía está ahí, incluso cuando no hay ninguna imagen siendo proyectada sobre ella.

Experimentar esta "consciencia-en-sí" puede tener un masivo efecto terapéutico. Aporta la sensación de estar firmemente arraigado en nosotros mismos, de ser verdaderamente lo que somos. También tenemos la sensación de estar realmente donde estamos, dándonos cuenta de que estábamos sólo presentes a medias, y que todo lo que vemos a nuestro alrededor parece intensamente real y vivo, como si nuestras percepciones fueran mucho más agudas. Pero, sobre todo, experimentamos una profunda sensación de paz interior y felicidad natural. Como las tradiciones hindúes y budistas han mantenido siempre, la naturaleza de la consciencia-en-sí (es decir, la consciencia dentro de nosotros y la consciencia que impregna todo el universo) es la dicha. Entrar en contacto con la consciencia pura dentro de nosotros nos permite por lo tanto experimentar esta dicha. De hecho, se podría decir que es sólo cuando hacemos esto que podemos experimentar la verdadera felicidad. Por lo general, lo que pensamos que es la felicidad es hedonista o está basada en el ego es decir, basada en pulsar ciertos "botones de placer" instintivos o en recibir atención y elogios de los demás aumentando nuestra autoestima. Pero el tipo de felicidad rica y profunda que experimentamos cuando estamos en contacto con el fundamento o esencia de nuestro ser es una felicidad espiritual natural, que no depende de nada externo, y no desaparece tan pronto como la cosa que la produjo ya no está. Es una felicidad que procede de experimentar lo divino dentro de nosotros y también lo divino dentro de todo lo demás, ya que la consciencia pura dentro de nosotros es la misma consciencia pura dentro de todo lo demás, y la consciencia pura del universo.

Hacer contacto con el Yo Verdadero
El que estemos en contacto con este "verdadero yo" o no va a depender de la cantidad de estímulos externos que nuestros sentidos están tomando del mundo que nos rodea, y de la cantidad de actividad que pasa por nuestra mente.

Si alrededor de nosotros hay mucho ruido, movimiento y actividad, entonces no podemos dejar de darle nuestra atención; y de la misma manera, cuando hay gran cantidad de "ruido interno" tenemos que darle nuestra atención a eso también. Y cuando nuestra atención es absorbida completamente de esta manera, ya sea por estímulos externos como por ejemplo cuando vemos la televisión; por el "ruido interno", como cuando soñamos despiertos; o por ambos a la vez, es imposible estar en contacto con nuestro "verdadero yo" en cualquier grado, de la misma manera que es imposible ver una pantalla de cine en sí misma cuando está llena de imágenes danzando. Estar en contacto con nuestro "verdadero yo" es un estado de no-atencionalidad, cuando nuestras mentes están completamente vacías.

Por lo tanto, lo que tenemos que hacer si queremos entrar en contacto con esta parte de nosotros mismos es retirar la atención de estas cosas. Y esto es, por supuesto, lo que hacemos cuando meditamos: en primer lugar nos alejamos de los estímulos externos, sentándonos en una habitación tranquila y cerrando los ojos. Y luego sólo queda el "ruido interior" entre nosotros y la consciencia en sí, el cual tratamos de aquietarlo concentrándonos en un mantra o en nuestra respiración. Si somos capaces de detener el ruido interior (y por lo tanto no dejar que nuestra atención sea absorbida por él) la consciencia pura nos sumerge y nos convertimos en nuestro verdadero yo.

Y esto nos lleva de nuevo al problema más serio causado por la enorme cantidad de estímulos externos (incluido el ruido), con el que nuestros sentidos son bombardeados en el mundo moderno, y por la intensificación del "ruido interno" que genera la vida moderna. No es sólo cuestión de cerrarnos completamente a los estímulos externos y al "ruido interno", para poder experimentar un estado de total inmersión en la consciencia pura. Es posible tener un pie en ambos campos por decirlo así, viviendo una vida normal en el mundo, estando expuesto a estímulos externos y experimentando ruido interno, y al mismo tiempo continuar estando arraigado en tu yo real. Es decir, que es posible sumergirse parcialmente en la consciencia en sí, y tener la atención parcialmente absorbida por estímulos externos y la charla interna. Pero esto puede suceder únicamente cuando sólo hay un moderado grado de estos últimos.

Probablemente habría sido bastante fácil para nuestros antepasados ​​vivir de esta manera, debido a que no estaban expuestos a una gran cantidad de estímulos externos y debido a que sus vidas eran relativamente más lentas y libres de estrés, lo que habría significado que su atención no necesitaba estar completamente absorbida por los estímulos externos y la charla interna. Tal vez esto explica en parte por qué incluso los pueblos nativos parecen poseer una alegría natural que los habitantes de las ciudades modernas han perdido porque las vidas más sosegadas de estos pueblos significa que eran capaces de estar en contacto con el fundamento de su ser a medida que sus vidas avanzaban, y que pueden, por tanto, experimentar continuamente algo de la dicha que es la naturaleza de la consciencia-en-sí.

Para nosotros, sin embargo, esto se ha convertido en algo muy difícil. Hay siempre tanto ruido y actividad tanto dentro como fuera de nosotros que nuestra atención siempre está absorbida por completo, por lo que no podemos estar en contacto con nuestro verdadero yo. Nos pasamos todo el tiempo viviendo fuera de nosotros mismos, perdidos en el mundo exterior de actividad y de estímulos o en el mundo interior de nuestros propios pensamientos. Somos como una persona que planea irse por unos días, pero que encuentra tantas cosas que hacer en el lugar que ha ido que nunca regresa a casa de nuevo, y nunca más experimenta la paz y la alegría que se encuentran ahí. Esta es sin duda una de las razones por las que muchas personas hoy en día parecen vivir en un estado de insatisfacción porque han perdido el contacto con la felicidad natural en su interior. Esa felicidad natural ha sido enterrada debajo de una tormenta de estímulos externos y lo que el Maestro Eckhart llama "la tormenta de pensamientos internos".

Como resultado de esto, es esencial para nosotros hacer todo lo posible por cultivar el silencio de nosotros mismos. Las circunstancias pueden obligar a vivir en las ciudades, y nuestros trabajos pueden ser estresantes y exigentes, pero aun somos libres para apartarnos de los estímulos externos y tratar de calmar la mente mediante la meditación, salir al campo, o simplemente sentándonos tranquilamente en nuestras habitaciones. No tenemos que llenar nuestro tiempo libre con distracciones que absorben nuestra atención como la televisión y los juegos de ordenador, que nos apartan aún más lejos de nosotros mismos. Debemos hacer lo contrario: no permitir que nuestra atención sea absorbida de esta manera, y así poder encontrarnos de nuevo.

Necesitamos el silencio y la quietud para ser nuestro verdadero yo y ser verdaderamente felices. "Estad quietos", dijo Jesús, "y sabed que yo soy Dios". Pero podría haber añadido, "y sabed que sois Dios".



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